La última vez que acudimos a una sesión de micrófono abierto dedicada a música urbana, ya pudimos comprobar que no solo se trata de mostrar talento, que también, sino de algo tan interesante como crear comunidad y dar rienda suelta a la libertad creativa, atravesando con resolución el “tope” de la tradicional barrera escénica.
Yaya´s Open Music es un espacio creado por Yayastudios para que las voces emergentes del Hip Hop, Trap, R&B, Reguetón y otros géneros urbanos se lancen sin complejos sobre el micrófono y nos hagan partícipes de todo lo que sienten, quieren expresar y saben manifestar los jóvenes de la ciudad de Madrid.
Y eso fue exactamente lo que sucedió el viernes: Zigia28 se transformó en un espacio de expresión espontánea, del cual queremos destacar la atmósfera tan cálida e inspiradora que se vivió en ese ambiente singular, novedoso, sugerente y muy divertido, en el que se respiraba, por encima de todo, un enorme respeto entre los jóvenes artistas. Los músicos eran los espectadores a la vez que los espectadores eran los músicos, de modo que, como resultado patente, se fue generando un curioso sentido de pertenencia y de identificación y cohesión emocional que representa mucho de ese algo que admiramos de la actitud y predisposición de esta generación Z, denostada a veces por una supuesta fragilidad extrema y también por una indolencia que solemos criticar y censurar desde nuestras generaciones desarrolladas en contextos muy diferentes. Este no es sino un espacio casi experimental en el que desaparece cualquiera de esas formas de estructura rígida que dominan nuestros contextos propios de la generación adulta a la que pertenecemos.
Ya en la primera media hora de intervenciones nos hicimos perfectamente conscientes de cómo en ese escenario se estaba dando voz a realidades diversas: la música urbana suele ser una forma especialmente directa y a veces algo irreverente, de opinar sobre temas sociales, culturales e incluso personales, cuestiones que casi nunca encuentran espacio “abierto” en otros ámbitos. En este tipo de performance encontramos un punto de encuentro especialmente novedoso; de hecho, la gente, en general, no suele tener la menor idea de lo que significa una sesión de micrófono abierto entregado a la expresión artística urbana.
Sobre las ocho, una chica con un look extremado y tan estudiadamente llamativo y original como los del resto de concurrentes al evento, ocupa su puesto en la mesa de mezclas. Un rapero con bastante desparpajo, fusiona frases cotidianas con otras realmente líricas. Todos y cada uno de los participantes van a ir dejando de vez en cuando caer ideas lo suficientemente surrealistas como para aturdir un poco nuestro establishment cultural y revolver simpáticamente el orden de nuestra acostumbrada métrica poética: frasecitas y versos del tipo “el baño se hunde, pero salimos de la mano” abundan en todos los temas.
Por su parte, nuestro Aleix, como siempre, zigzaguea por la sala grabando y capturando todo lo que a los demás se nos escapa… y, a veces, entre captura y captura, es a nosotros a quienes nos apetece grabarle a él, pues inexplicablemente Aleix también sabe cómo se mueve uno a ritmo de rap.
Sale a escena ahora Marc, quien nos hace saber que ese mismo día cumple quince años y puntualiza que viene acompañado de sus padres, a los que se ve mezclados entre el público con aspecto de estar muy orgullosos de su talentoso y carismático adolescente.
El siguiente participante se arrodilla, se levanta y se vuelve a arrodillar, por lo que la mayor parte de su tema lo interpreta desde el suelo. Luego aparece en el escenario un chico peinado con dos coletas rectas que apuntan al techo, cuya actuación estábamos esperando con impaciencia, no solo por el pelo y el outfit, sino porque nos ha gustado cómo, a lo largo de la tarde, ha manifestado su forma de mostrarse cómodo y seguro desde cualquier punto por el que se le viera deambular. No nos decepciona en absoluto su intervención, que resulta sonar muy fresca y sugerente. Llega ahora la apuesta de un joven con el que hemos tenido la oportunidad de hablar hace un rato, por lo que sabemos que se llama Dani y que su tierra natal es El Salvador. Su primer tema se llama “Soy libre”.
Las canciones abordan cualquier materia, enlazan protesta y reproches a la sociedad con, por ejemplo, amor incondicional a la familia. En la última canción, dedicada a los consejos que la madre del autor le ha dado siempre, se incluyen versos como “oye, mamá, deja de llorar”, y, aunque a quien tenga a bien leer estas crónicas que aparecen en nuestra revista cada semana, le pueda parecer un gesto cursi, este chico consigue, con ese tema, emocionarme a mí. Otro de los versos de la misma canción, continúa en su línea de saber conmover a quien quiera escucharlo: “lo hice mal, pero las cosas van a cambiar”.
El siguiente tema también nos desconcierta, podrá gustarnos o no, pero como antes comentábamos, a nadie puede dejar indiferente, en este caso, una de las propuestas de la letra de un rapero: la vida es una mierda y a mi hermano lo asesinaron… y hago música por él.
En definitiva, os aseguro que la experiencia de venir a conocer qué son y cómo viven los jóvenes de la más joven de las generaciones estas sesiones, merece la pena; contar con la oportunidad de explorar y reconocer esta forma sana de canalizar energía que han encontrado los chicos y chicas de la generación Z para manifestar sus emociones, miedos, sueños y pasiones, para mí esta noche ha significado un verdadero privilegio. Gracias, Zigia28, Yaya´s Open Music y por supuesto a la súper generación de los Centennian.


Comentarios
Publicar un comentario