Hablar de Franco, según Miguel Ángel Aguilar, es mirar el presente a través del pasado: su libro no trata solo de desempolvar la Historia, sino de mostrar cómo ciertas inercias, silencios y actitudes siguen marcando nuestra sociedad, mientras muchos prefieren mirar hacia otro lado. Con ironía y precisión, Aguilar convirtió su presentación en un ameno ejercicio de memoria crítica: su libro no solo recorre hechos históricos, sino que invita a reflexionar sobre cómo esos ecos del franquismo siguen resonando hoy. Y lo hace sin solemnidades y sin dramatismo, mezclando un gran rigor con un estilo tan cercano que nos mantuvo a todos atentos y sorprendidos.
Entre las muchas historias que compartió, Aguilar recordó la cruel agonía de Franco, que oficialmente pretendían prolongar hasta el 26 de noviembre. Jaime Rull le preguntó cómo se enteró de su muerte. Aguilar respondió con su ironía habitual: mientras se iba a dormir. “Tanto tiempo esperando, haciendo guardias en el Pardo y en La Paz, y se muere justo cuando yo me estoy acostando”, contó, arrancando sonrisas entre el público. Esa mezcla de memoria histórica y cercanía cotidiana es precisamente lo que hizo que su relato calara tanto: historia viva contada con humor, ironía y claridad.
Miguel Ángel Aguilar vivió muy de cerca los hechos que rodearon la muerte de Franco, así como algunos momentos significativos de los últimos tiempos del dictador, muchos de los cuales aparecen recogidos en “No había costumbre”. Entre esas historias, contó cómo Franco vio su tumba antes de morir, lápida incluida, en la basílica del entonces llamado Valle de los Caídos, junto a la de José Antonio. Le dio mal fario y ordenó que se retirase. “No se sabe por qué tenía que estar enterrado a ocho metros de profundidad —nos contaba Aguilar—, no lo he descubierto. Pero así debía ser”, relató. Al excavar cuatro metros y medio, se descubrió que había una conducción de aguas fecales, por lo que se dejó la fosa a esa profundidad y se tapó el resto, porque no se podía permitir que el caudillo descansase rodeado de inmundicias. Aguilar compartió, con su habitual mezcla de humor e ironía, la pregunta que muchos se han hecho: si el dictador estaba en una alcantarilla, ¿por qué hubo que trasladarlo después? Una de esas anécdotas que combina historia, absurdo y memoria viva, mostrando la dimensión humana —y a veces ridícula— de la historia oficial.
Rull le pregunta sobre el episodio de cuando él se entero de la primera flebitis de franco. Hubo una época, nos relataba nuestro invitado, en la que se decía que las noticias se encontraban en los bares, no en las redacciones. Miguel Ángel Aguilar lo llamaba “periodismo de inmersión”, y gracias a él se enteró efectivamente, entre otras cosas, de la primera flebitis de Franco. Esa manera de vivir la información, mezclando proximidad, paciencia y un punto de humor, ilustra perfectamente su enfoque del periodismo: un oficio donde la curiosidad y la observación cotidiana son tan importantes como los grandes titulares.
Para terminar, Aguilar regaló al público una de esas imágenes que quedan grabadas: imitando al caudillo en sus últimos momentos, con una voz sorprendentemente lograda, murmuró: “Mientras Dios me dé vida, estaré con vosotros”. La sala sonrió, sorprendida y fascinada a la vez. Esa mezcla de memoria histórica, humor y humanidad resume bien lo que “No había costumbre” ofrece: una mirada crítica, cercana y viva sobre un pasado que todavía nos interpela. Salir de Zigia28 tras escuchar a Miguel Ángel Aguilar no es solo haber asistido a una presentación de libro; es haberse sumergido en la historia, en el periodismo y en la curiosidad que nos conecta con nuestro presente.

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